La comunidad académica de nuestro país y en muchos otros es realista ante la clara necesidad de replantearse la forma de enseñanza-aprendizaje de las diferentes ciencias y disciplinas, donde las instituciones educativas tienen un rol formativo y de introyección de valores entre los jóvenes. Es necesario que la enseñanza y el aprendizaje, en las instituciones de educación superior, caminen por andamiajes de mayor cientificidad; esto se ve reflejado en los contenidos de los programas educativos de las universidades donde se ofrecen herramientas que fortalecen el conocimiento como referente de la integración, y el buen funcionamiento de los grupos sociales y las organizaciones donde se desarrollan los especialistas.

Los contenidos académicos deben ser acordes al perfil de egreso de cada programa educativo, apegados a las necesidades sociales, donde los educandos que se están formando en las instituciones puedan ejercer su quehacer profesional de la mejor manera, teniendo una práctica más significativa dado que los contenidos ofrecidos en el aula pueden dar respuesta a las más grandes interrogantes que los estudiantes se hacen durante sus estudios y al momento de enfrentar al mundo de las organizaciones.

Los estudiantes actualmente experimentan formas de socializar que van de lo teórico a lo práctico, donde asimilan valores y experiencias constructivas. Es decir, desarrollan mayores competencias y habilidades en los diferentes ámbitos sociales y culturales, que les posibilitan experiencias más humanas, y dan paso al encuentro de los individuos a través del diálogo, provocando que al interactuar con los diferentes públicos se dé una relación constante, precisa, honesta, amable, cordial, de crecimiento mutuo, transparente, responsable y con acciones puntuales.

El interés por el desarrollo de competencias de los especialistas centra su beneficio en hacer frente a las necesidades del mercado, y entiende como la forma de poseer, saber, producir, comprender y transmitir un vasto repertorio de herramientas y estrategias en la organización, y así ponerla a la vanguardia.

La enseñanza–aprendizaje propicia que los programas mostrados en las aulas de las instituciones de educación superior se conviertan en contenidos propios de procesos vivos, como un ente principal para que los jóvenes universitarios asimilen y apliquen esos contenidos. Son el medio para difundir la verdad, la justicia, la honestidad, la solidaridad y la sana convivencia. El profesor ve a las competencias como una forma a través de las cuales el estudiante favorece su aprendizaje, promueve la mejora profesional y el desarrollo en beneficio de los sectores externos.