Dualidad

Confrontación, choque, y dilema sean quizá las consecuencias dualistas de nuestra vida. No solo la filosofía, la cultura en si misma nos ha otorgado esta visión polarizada del Bien y el Mal. Un ejemplo muy notorio lo tenemos en la concepción oriental del Ying y el Yang, en occidente tenemos a muchos filósofos –de los cuales destacara a mi viejo amigo Platón- que también han abordado, sistemáticamente, la existencia de una dualidad moral en nosotros.

Me parece prudente comenzar a abordar un poco a las filosofías orientales ya que muy a menudo nuestro conocimiento sobre ellas es apenas la parte mercadológica que nos llega de las películas –películas por cierto americanas. Tenemos un acercamiento occidental a través de Hollywood- por ello es importante ir a las fuentes mismas del pensamiento occidental y no solamente quedarnos con los sabios consejos del Miyagi sensei o del maestro Shifu.

A partir de los maestros chinos se extendieron varias corrientes filo-religiosas de pensamiento. Una cuestión que debemos tener presente es que la mayoría de ellas se centra en el comportamiento del hombre ante la sociedad. Me parece que Japón es el ejemplo perfecto para hablar de una ética civil. Todos pertenecen a algo más grande, se mueven en masa, todo es para la masa, no hay excepciones –un ejemplo muy interesante lo podemos encontrar en algo tan sencillo como en la comida. En un restaurante japonés no se puede pedir un platillo “personalizado” es decir, no puedes pedirle al mesero que quite tal o cual ingrediente, que agregue más de esto o que cambie aquello por alguna otra cosa-. El problema de la masa es que se vuelve totalmente ajena a ti, la masa tiene el fenómeno social de convertirse en individualismo y, aunque este tema me apasiona, no tendremos tiempo para tratarlo aquí.

En un principio las filosofías orientales se centraban en una ética para la buena convivencia. El rigor humano por buscar más allá de lo aparente no se quedó con esta simple creación, así pues, como sucede en el desarrollo de la filosofía, se creó una metafísica.

En otras columnas he hablado de qué es la metafísica y si no, me comprometo a escribir pronto sobre ello. Por lo mientras, no explicaré qué es y no es metafísica.

En esta búsqueda de consistencia se llevó más allá el comportamiento humano pues se buscó una correspondencia trascendental, se buscó una naturaleza humana. El resulto es que, a partir de las apariencias nos encontramos ante un hombre que es bueno y malo. Aunque es bueno es capaz de hacer cosas malas y, el malo, de tener algo de bondad en su maldad. Esta hermosa contradicción llevó a los filósofos orientales a fijar en el alma del hombre una confrontación consigo de energías.

En occidente tenemos un ejemplo muy parecido. La alegoría del carruaje de Platón, el cual nos habla de un jinete que conduce un carro, el carro es tirado por dos caballos. Una representa la Virtud –el bien- y otro el Vicio –el mal-. El carruaje es nuestra alma y el jinete que representa la razón. LA razón debe de llevar al alma hacia la Verdad, sabiendo controlar a los dos caballos. En el alma tenemos el bien y el mal tirando de nosotros y es la razón la que debe de orientar, restringir y controlar estos caballos. Es interesante pensar que ni siquiera el caballo del bien está libre, está al mismo nivel que el caballo del mal. Esto nos hace pensar en momentos en donde no se debe de ser “bueno” o totalmente “bueno”. Este tema se hace muy presente ya en la ética aristotélica, con el teoría del Justo Medio.

No obstante, no podemos sincretizar la dualidad como bien o mal y quedarnos satisfechos. También está el problema del retorno, del perpetuo cambio, del Ser y el No-Ser. Es evidente que todo está en movimiento pero, a veces no podemos fijarnos a la idea de movimiento y cambio. Los occidentales también vieron este problema. Si todo es inmutable entonces, nada Es. Para ilustrar mejor este punto pondré este ejemplo: ¿Cómo podemos conocer una manzana? La vemos, está en nuestro frutero. No camina, n ose va a ningún lado, está inmóvil pero, ya no es la misma manzana que yo compré en el marcado. Del mercado a mi casa han pasado muchas cosas, ha pasado lo que se conoce como tiempo, se ha cambio de espacio, de tiempo, de lugar, de posición en el espacio. No es la misma manzana que yo compré hace apenas unos minutos. Entonces ¿qué demonios es?

Al rescate sale nuestro querido Aristóteles que nos presenta una solución: El ser tiene potencias.

La dualidad no solo se representa como la lucha entre Bien y Mal. No podemos entenderlo de manera tan fácil pues, de entrada, ¿qué entendemos por Bien y qué entendemos por Mal?

Estos temas deben ser aclarados poco a poquito por un experto que no soy yo. Sin embargo, tiene la desgracia de ser yo quién les escribe en estos momentos. Pobres de ustedes.

DIRECTORIO

Publicación a cargo de la Lic. Yolanda Jaimes Vidal, Coordinadora de Comunicación Interna
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Cristhian Adal García Hernández, Colaborador
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Azalea Hernandez Morales, Maria Jose Guitierrez Arcega, Miguel Lopez Rosete, Aldo Arturo Gonzalez Ávalos, Rose Mary Susana Figaredo Ilustradores

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