Por: Claudia Rebeca Gutiérrez Cardona
Facultad de Psicología

Ahora que empieza a terminar el semestre y se acumula la entrega de trabajos y los exámenes, los niveles de estrés empiezan a subir y a veces no sabemos cómo manejarlo.

Cuando el estrés surge en pequeñas dosis, puede ser hasta benéfico, pues nos impulsa a la acción. Sin embargo, si no se regula desde el inicio, se va complicando y puede llegar el momento en que nos cause síntomas crónicos que deterioran nuestra salud integral.

Como primer paso, será bueno que puedas identificar en qué nivel de estrés te encuentras.

Agudo.- Se da cuando hay un evento que surge fuera de nuestra organización habitual y/o cuando acumulamos actividades que tenemos que hacer irremediablemente en un plazo corto. Pueden aparecer síntomas como irritabilidad, ansiedad y depresión; tensión y dolor en algún músculo del cuerpo; problemas estomacales e intestinales; trastornos del sueño y la alimentación, y cambios en algunas funciones corporales. Este es muy común y puede ser manejable. En el siguiente número daremos algunas estrategias para ello.

Agudo episódico.- Se da en personas que tienen un gran desorden en su vida. Siempre andan apuradas; atraen las cosas negativas; se llenan de actividades, que por supuesto, no pueden cumplir; son irritables, pesimistas, ansiosas y hostiles, además de que culpan a los demás por lo que les pasa, lo que va repercutiendo de manera negativa en sus relaciones interpersonales. Son muy resistentes al cambio. Todos los síntomas del tipo agudo se potencializan. Para salir de él se requiere ayuda profesional.

Crónico.- Se da en estados de vida o situaciones en donde no se encuentra solución. También puede ser consecuencia de experiencias traumáticas pasadas que causan mucho dolor. La persona puede tener ideas de que los que le rodean son una amenaza, de que no puede equivocarse, o de que será lamentable que los demás descubran quién es realmente. Lo peor de este tipo de estrés es que ya no se dan cuenta, pues es algo con lo que han vivido por años. Destruye el cuerpo, la mente e incluso la vida. Ante éste se requiere resignificar su vida con ayuda terapéutica y médica.

Te compartimos algunas estrategias que te pueden ayudar a manejarlo desde el inicio:

1. Establece límites y aprende a decir “NO”. Abarca sólo lo que puedas.
2. Organiza bien el tiempo para evitar que se acumulen las tareas y para hacerlas en orden de prioridad.
3. Plantea expectativas realistas para no causarte tensión.
4. No lleves “trabajo” a casa, ni problemas familiares al trabajo.
5. Durante 15 minutos diarios practica actividades que te permitan renovarte física y psicológicamente, como ejercicio, relajación, esparcimiento,…
6. Come nutritivamente.
7. Duerme descansadamente. 
8. Rompe la rutina, pues ésta acompaña a la tensión emocional y genera insatisfacción y aburrimiento.
9. Reorganiza el ambiente físico de tu espacio personal para dar otra percepción de las cosas.
10. Expresa emociones y pensamientos asertivamente, te hará sentir mejor y evitará fricciones interpersonales.
11. Desarrolla una actitud positiva que te facilita prevenir y manejar el estrés.
12. Anticipar las situaciones estresantes y prepararnos para resolverlas de la mejor manera posible. 

Si tuvieras alguna duda o quisieras trabajar directamente esta situación, acude a Orientación Psicológica, o escribe un correo para agendar cita. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Fuente: American Psychological Association. (2016). Los distintos tipos de estrés. http://www.apa.org/centrodeapoyo/tipos.aspx