Adelantaron postres y panadería navideña en algunos centros comerciales, sorprendiendo con la imagen e invitando a la vivencia del sabor de las fiestas de fin de año.
Estas promociones son indiferentes para unos, en otros pueden generar la preocupación por el paso del tiempo y angustia por las metas no logradas.
Si bien la ansiedad es parte normal de la vida emocional como “una respuesta adaptativa ante una amenaza futura”, según el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), sólo se considera un trastorno cuando es excesiva o persistente y afecta negativamente el funcionamiento de la persona.
En este sentido, ver anuncios que se adelantan a dos estaciones del año, podría provocar sensaciones de falta de control, añoranza por el pasado, dificultad para vivir el presente, la percepción de que transcurre demasiado rápido el tiempo, dificultad para adaptarse a los cambios, sobre todo para apreciar el presente. Esa sensación de que el tiempo se escapa y no estás preparado para afrontar todo lo que tienes por delante, puede volverse angustiante.
Es liberador tomar conciencia de la realidad humana, finita y sujeta a la temporalidad, para evitar querer controlar lo incontrolable, para estar presente dentro de la propia experiencia, pudiendo disfrutar y agradecer lo que se vive, aceptando con paz y serenidad aquello que puede suceder, ya que aún no está sucediendo, y puede no suceder.
El abanico de posibilidades que se espera del futuro, que se quedé ahí, en el futuro, para ir creciendo en la confianza de lo que se espera, aceptando que el tiempo no lo puede controlar el hombre. Y que la experiencia humana, de tocar, oler, ver, oír y saborear sea en tiempo presente, para expandir su plenitud de lo que “el hoy” te permite vivir.
Es un ejercicio libre de confianza, el no permitir ser robada la posibilidad de lo que se puede llegar a ser y lograr en el tiempo futuro.
Decidir de manera consciente, que el ruido exterior no ahogue el regalo de escuchar tu interior, la contemplación, el descanso, el tiempo con los amados, recibir el sol, la lluvia, ¡no permitir que sea robado el verano!, ya que el tiempo es un don, y que la mirada esté puesta en el hoy, con agradecimiento y confianza para captar la sorpresa que trae cada día.
Nuestro cerebro asimila el conocimiento con mayor facilidad, cuando se aprende de manera agradable y tranquila, y cuando existe el factor “sorpresa”, quedará como un huella neuronal permanente, quedando registrada en la memoria por más tiempo.
De tal forma que al permitirse abrirse a la sorpresa de cada día, se almacenará en la memoria datos que registren información de agrado y motiven a la confianza de enfrentar la cotidianidad, con certezas de ya haberlo logrado. Y más que vaciarse, serán nuevas experiencias que se acumulan para experimentar la alegría de compartirlas.